Actitudes mentales positivas
Si has abandonado la esperanza de llegar a ser alguna vez feliz, anímate. Nunca pierdas la esperanza, ya que tu alma —siendo un reflejo del Espíritu siempre gozoso— es, en esencia, la felicidad misma.
La felicidad depende en cierto grado de las condiciones externas, pero fundamentalmente de nuestra actitud mental.
En esencia, las circunstancias no son buenas ni malas; son siempre neutras, aunque parezcan ser deprimentes o alentadoras debido a la actitud mental —triste o alegre— de la persona concernida por ellas.
Si deseas cambiar tus circunstancias, cambia tus pensamientos. Puesto que eres el único responsable de tus pensamientos, sólo tú puedes modificarlos, y ciertamente desearás hacerlo cuando comprendas que cada pensamiento crea de acuerdo con su propia naturaleza. Recuerda que esa ley opera en todo momento y que lo que manifiestas concuerda siempre con la clase de pensamientos que habitualmente abrigas. Así pues, desde ahora, comienza a tener sólo pensamientos que te aporten salud y felicidad.
La mente —al ser la inteligencia, la sensibilidad y la percepción de todas las células vivientes— puede mantener el cuerpo humano bien dispuesto o deprimido. La mente es el rey, y todos sus súbditos celulares actúan exactamente de acuerdo con el estado de ánimo de su real señor. Así como nos preocupamos por el valor nutritivo de los alimentos que ingerimos a diario, deberíamos también considerar el potencial nutritivo del menú psicológico que cada día le servimos a la mente.
Constantemente estás afirmando la existencia del sufrimiento, y por ese motivo existe. Niégale toda realidad en tu mente, y dejará de existir. Esta reafirmación del Ser es lo que yo llamo el héroe en el hombre, y es lo que constituye su naturaleza divina o esencial. Para liberarse del sufrimiento, el ser humano debe reafirmar su naturaleza heroica en todas sus actividades diarias.
Si no decides ser feliz, nadie podrá hacerte feliz. ¡No culpes a Dios por tu desdicha! Y si decides ser feliz, nadie podrá hacerte infeliz. Si Él no nos hubiera dotado de libertad para emplear nuestra propia voluntad, podríamos culparle de nuestros pesares; pero Él nos brindó esa libertad. Somos nosotros quienes hacemos de la vida lo que es.
Las personas de carácter firme suelen ser las más felices. Ellas no culpan a otros por los problemas que, generalmente, pueden atribuirse a sus propias acciones o falta de entendimiento. Saben que nadie tiene ningún poder para aumentar o disminuir su felicidad, a menos que ellas mismas sean tan débiles que permitan que los pensamientos adversos o las malas acciones de los demás les afecten.
Tu mayor felicidad reside en que estés siempre dispuesto a aprender y comportarte debidamente. Cuanto más te perfecciones, más elevarás el nivel de quienes te rodean. El hombre que se perfecciona es un hombre cada vez más feliz. Y cuanto más feliz seas, más felices serán las personas que te rodean.
No enfoques la vida en forma negativa. ¿Por qué fijarse en las cloacas, cuando hay tanta belleza a nuestro alrededor? Incluso en las más extraordinarias obras maestras del arte, la música y la literatura, podemos siempre descubrir algún defecto. Pero ¿no es preferible disfrutar de su encanto y de su gloria?
Casi todo el mundo conoce esas tres figuras de monos que simbolizan la máxima «No mires el mal, no escuches el mal, no hables del mal». Yo enfatizo el enfoque positivo: «Mira lo que es bueno, escucha lo que es bueno, habla de cosas buenas».
El gozo siempre renovado de Dios forma parte inherente de la naturaleza misma del alma y es indestructible. De igual modo, la expresión de ese gozo en la mente nunca puede ser destruida si sabemos cómo asirnos con fuerza a ella y si nos mantenemos firmes en esa actitud, evitando así alimentar los estados de ánimo negativos, que sólo nos producirían pesadumbre.
Eres una imagen de Dios; debes comportarte como un dios. Pero ¿qué sucede? Lo primero que haces por la mañana es mostrar disgusto y quejarte: «¡Mi café está frío!». ¿Eso qué importa? ¿Por qué molestarse por ese tipo de cosas? Logra la ecuanimidad mental en la que te mantengas absolutamente calmado, libre de todo enojo. Eso es lo que quieres. No permitas que nadie ni nada te «saquen de quicio». Tu «quicio» es tu paz. No permitas que nadie te la arrebate.
Resucita de las mezquindades de la vida, de esas nimiedades que te perturban.
A nadie le agrada sufrir. ¿Por qué no analizas tu comportamiento la próxima vez que te encuentres de mal humor? Comprobarás que eres tú mismo quien, voluntaria y deliberadamente, generas tu propia desdicha. Mientras tanto, quienes te rodean perciben el desagradable estado mental en que te encuentras. […] Debes eliminar de tu espejo mental los estados de ánimo negativos.
Puedes vencer tus estados de ánimo negativos, no importa cuán terribles lleguen a parecer. Toma la determinación de no dejarte atrapar por ellos nunca más y si, a pesar de tu resolución, te asaltan, analiza la causa y haz algo constructivo para eliminarla.
Recuerda que cuando te sientes desdichado se debe generalmente a que no visualizas con suficiente intensidad las cosas importantes que has decidido realizar en la vida, ni empleas con suficiente perseverancia tu fuerza de voluntad, tu capacidad creadora y tu paciencia hasta lograr que tus sueños se materialicen.
Mantente ocupado en actividades constructivas para tu propio mejoramiento y para beneficio de otros, pues quien aspire a entrar en el reino de Dios deberá también tratar de hacer el bien a los demás cada día. Si sigues esta línea de conducta, sentirás la dicha que disipará todo malhumor, la dicha de saber que estás progresando física, mental y espiritualmente.
La felicidad reside en hacer felices a otras personas, en abandonar nuestros intereses egoístas para brindar dicha a los demás.
Prodigar felicidad a otros es sumamente importante para nuestra propia felicidad y constituye una experiencia muy satisfactoria. Algunas personas piensan sólo en su familia: «Nosotros cuatro y nadie más». Otras piensan en sí mismas: «¿Cómo puedo yo ser feliz?». ¡Pero precisamente éstas son las personas que no logran la felicidad!
Vivir para uno mismo es la fuente de todo pesar.
Al prestar servicio espiritual, mental y material a los demás, tus propias necesidades se verán satisfechas. Cuando te olvides de ti mismo para ayudar a otros, descubrirás que, sin buscarlo, la copa de tu propia felicidad se colmará.
Cuando llegaste a este mundo, tú llorabas mientras los demás sonreían. Deberías vivir tu vida de tal manera que, cuando partas de este mundo, todos lloren mientras tú sonríes.
Cuanto más profundamente medites y cuanto mayor sea tu buena voluntad al servir, más feliz serás.
Aprende a llevar interiormente todas las condiciones que hacen posible la felicidad, meditando y sintonizando tu conciencia con el Gozo siempre existente, siempre consciente y eternamente renovado, que es Dios. Tu felicidad jamás debería depender de ninguna influencia externa. Así pues, no importa cuál sea tu entorno, no permitas que altere tu paz interior.
La verdadera felicidad es capaz de afrontar el desafío de toda experiencia exterior. Cuando puedas soportar que otros te crucifiquen, obrando mal en contra tuya, y tú les devuelvas a cambio amor y perdón, y cuando, ante los embates de las circunstancias externas, seas capaz de conservar intacta tu paz interior, entonces conocerás en qué consiste la felicidad.
Permanece en el silencio y la calma [del estado de meditación] por lo menos media hora (de preferencia durante un tiempo más prolongado), todas las noches, antes de dormir, y nuevamente por la mañana, antes de iniciar las actividades del día. Esta práctica creará el inamovible e inquebrantable hábito interno de la felicidad, que te capacitará para afrontar todas las situaciones difíciles de la batalla diaria de la vida. Impregnado de esa inmutable felicidad interior, ocúpate entonces de satisfacer las demandas de tus necesidades cotidianas.
Cuanto más dependas de las condiciones externas para ser feliz, menos felicidad tendrás.
Si crees que puedes vivir feliz dejando a Dios en el olvido, estás equivocado, pues llorarás en la soledad incontables veces hasta que comprendas que Dios es todo en todo: la única realidad del universo. Tú estás hecho a su imagen, y ninguna cosa te aportará jamás felicidad perdurable, porque nada es completo excepto Dios.
La felicidad perfecta que experimento en la comunión con el Señor es indescriptible. Día y noche vivo en un estado de gozo. Ese gozo es Dios. Conocerle significa celebrar las honras fúnebres de todas tus tristezas. Él no requiere de ti que seas indiferente y adusto. Éste no es el concepto correcto de Dios, ni la forma de agradarle. Si no eres feliz, ni siquiera serás capaz de encontrarle. […] Cuanto más feliz seas, mayor será tu sintonía con Él. Quienes le conocen son siempre felices, porque Dios es el gozo mismo.
«Cada día, desde el amanecer, irradiaré alegría hacia todas las personas que encuentre. Seré como un sol mental para quienes se crucen en mi camino».
«Formo nuevos hábitos en mi manera de pensar, contemplando el bien en todas partes y considerando todas las cosas como la idea perfecta de Dios que se ha tornado manifiesta».
«Tomaré la determinación de ser interiormente feliz, desde este mismo instante y en el preciso lugar donde me encuentro hoy».