Después de la felicidad que se experimenta en la comunión con Dios, la mayor de las felicidades consiste en estar en paz con nuestras relaciones más cercanas, es decir, con aquellas personas con quienes debemos vivir todos los días del año. Cuando la gente trata de manejar sin la menor preparación la extremadamente compleja maquinaria de los sentimientos humanos, los resultados suelen ser desastrosos. Muy pocos se percatan de que gran parte de la felicidad reside en el arte de comprender las leyes del comportamiento humano. Por esa razón hay tantas personas que a menudo tienen considerables desavenencias con sus amigos y, peor aún, están en guerra constante con sus seres queridos en el hogar.
El principio básico del comportamiento correcto es la autorreforma. [...] Cada vez que surjan conflictos con nuestros amigos o seres queridos, debemos asumir interiormente la responsabilidad por haber llegado a esa desagradable situación y, luego, procurar darle término tan rápida y cortésmente como nos sea posible. Aunque los demás tuviesen la culpa, de nada sirve agravar el problema recriminándoles con tono vociferante, rudeza y descortesía. A nuestros seres queridos irascibles podemos enseñarles a corregir sus faltas dándoles buen ejemplo, lo cual es cien veces más eficaz que hacerlo con palabras ásperas o de pretendida superioridad moral.
La mayor parte del tiempo, la gente habla y actúa desde su propia perspectiva. Pocas veces comprenden, o tratan de comprender, el punto de vista del otro. Si por falta de entendimiento te involucras en un conflicto con alguien, recuerda que tú eres tan culpable de ello como la otra persona, independientemente de quién haya iniciado la disputa. «Los necios riñen; los sabios dialogan».
Mantenerse en calma no significa sonreír y estar siempre de acuerdo con todas las personas sin importar lo que digan, es decir, reconocer la verdad pero no querer disgustar a nadie con ella. Con esta actitud, estarías cayendo en un extremo. Aquellos que tratan de complacer a todo el mundo de ese modo, con el afán de obtener halagos por su buena disposición, no poseen necesariamente control sobre sus sentimientos. […] Quien controla sus sentimientos es fiel a la verdad, la comparte dondequiera que vaya y evita irritar innecesariamente a los que, de una forma u otra, no sean receptivos. Tal individuo sabe cuándo hablar y cuándo permanecer en silencio, pero jamás traiciona sus propios ideales ni su paz interior. Esa persona es una fuerza que impulsa el crecimiento del bien en el mundo.
Deberíamos convertirnos en personas más atractivas, usando la fina vestimenta de un lenguaje genuinamente cortés. En primer lugar, debemos ser corteses con nuestros parientes próximos. Cuando logramos serlo con ellos, habitualmente seremos amables con toda la gente. La base de la verdadera felicidad familiar descansa sobre el altar de la comprensión y las palabras afables. No es necesario estar de acuerdo en todo para demostrar amabilidad. El silencio sereno, la sinceridad y las palabras corteses, ya sea que se esté de acuerdo o en desacuerdo con los demás, caracterizan a la persona que sabe comportarse.
Si deseas ser amado, comienza por amar a aquellos que necesitan tu amor. [...] Si deseas que los demás simpaticen contigo, comienza por demostrar simpatía a quienes te rodean. Si deseas ser respetado, debes aprender a ser respetuoso con todos, tanto jóvenes como ancianos. [...] Eres tú quien primero debe ser como deseas que sean los demás; comprobarás entonces que ellos te responden de manera semejante.
Dos personas que unen sus vidas con el propósito de ayudarse mutuamente a alcanzar la realización divina están fundando su matrimonio sobre la base correcta: la amistad incondicional.
Desarrollar el amor puro e incondicional entre esposo y esposa, entre padres e hijos, entre amigos, entre uno mismo y los demás, es la lección que hemos venido a aprender a la tierra.
El verdadero matrimonio es un laboratorio en el que los venenos del egoísmo, del temperamento irascible y del mal comportamiento pueden verterse en el tubo de ensayo de la paciencia, para ser neutralizados y transformados gracias al poder catalítico del amor y al esfuerzo constante por conducirse noblemente.
Si algún hábito o peculiaridad de tu consorte suscita en ti reacciones negativas, debes comprender que el propósito de esta circunstancia es hacer aflorar la ponzoña que está oculta dentro de ti, de modo que puedas eliminarla y purificar así tu propia naturaleza.
Lo mejor que un esposo o una esposa puede desear para su cónyuge es la espiritualidad, porque el desarrollo del alma pone de manifiesto cualidades divinas tales como la comprensión, la paciencia, la consideración y el amor. Pero cada cual debería recordar que no puede forzarse el deseo de crecimiento espiritual en el otro. Vive en ti mismo el amor, y tu bondad inspirará a todos tus seres queridos.
Cuando el esposo sirve a su esposa y ésta le sirve a él, movido cada uno por el deseo de hacer feliz al otro, la Conciencia Crística —la Inteligencia Cósmica de Dios, plena de amor, que impregna todos los átomos de la creación— ha comenzado a manifestarse en sus conciencias.
Dos personas están realmente enamoradas cuando sienten una atracción incondicional mutua y se hallan dispuestas a sacrificarse la una por la otra.
Desear la perfección para el ser amado, y experimentar un sentimiento puro de gozo al pensar en esa alma, es amor divino; y ése es el amor que existe en la verdadera amistad.
Mediten juntos cada mañana y, especialmente, cada noche. [...] Dispongan de un pequeño altar familiar donde tanto el marido como la esposa y los hijos se reúnan para ofrendar su profunda devoción a Dios y unir sus almas para siempre en la eternamente gozosa Conciencia Cósmica. [...] Cuanto más mediten juntos, más profundo se tornará su amor mutuo.
«Al irradiar amor y buena voluntad hacia los demás, abriré la vía para que el amor de Dios venga a mí. El amor divino es el imán que atrae hacia mí todo bien».
- «El propósito original del matrimonio es la unión de las almas», discurso 62, La Segunda Venida de Cristo: La resurrección del Cristo que mora en tu interior (volumen III), de Paramahansa Yogananda
- «El arte de congeniar con los demás», El viaje a la iluminación, de Paramahansa Yogananda
- «Desarrollemos una actitud comprensiva», El gozo que buscas está en tu interior, de Sri Daya Mata
- «Crear armonía en nuestras relaciones con los demás», El gozo que buscas está en tu interior, de Sri Daya Mata
- «Cómo comprender a otros», Sólo amor, de Sri Daya Mata
- «El divino arte de hacer amigos», La búsqueda eterna, de Paramahansa Yogananda
- «Sé un conquistador de corazones», El viaje a la iluminación, de Paramahansa Yogananda