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«Las experiencias que he mencionado pueden lograrse de manera científica. El resultado se obtiene infaliblemente cuando se observan las leyes espirituales».

Paramahansa Yogananda

Así como un científico puede entrar en un laboratorio para verificar los resultados de un determinado experimento, así también el yogui puede entrar en el «laboratorio» de la meditación para obtener resultados idénticos a los que comprobaron los rishis de la India y todos los buscadores de la verdad —de cualquier nación o época— que han explorado el corazón de la Realidad.

La ciencia no nos pide que aceptemos nada como una creencia ciega o un dogma. Utilizando métodos de meditación precisos cuyos resultados han sido demostrados y repetidos por los científicos-yoguis durante incontables siglos, podemos probar su eficacia nosotros mismos y superar gradualmente la falsa, aunque persistente, idea de que somos estos cuerpos limitados. Descubrimos así la verdad: que, como almas, nuestro Ser interior no es afectado por las dualidades y las pruebas del mundo; somos y siempre hemos sido uno con el dichoso Infinito. Todo aquel que, bajo la guía de un gurú verdadero (uno que ha tomado plena conciencia de su identidad con el Espíritu), practique métodos correctos de meditación será capaz de comprender finalmente esta profunda verdad.

En esta era científica, en la que se llevan a cabo exploraciones que abarcan desde las extensiones más vastas hasta las partículas más diminutas del universo físico, existe la correspondiente necesidad de un método que sea igualmente audaz y científico para comprender el reino espiritual. En las investigaciones espirituales, necesitamos ir más allá de la simple discusión de creencias religiosas, hasta tener la satisfacción de conocer la Verdad por experiencia directa. Y esta misma verdad debería poder ser verificada por cualquiera que esté dispuesto a seguir las disciplinas y procedimientos sistemáticos que producen tal conocimiento.

Como científico espiritual, el yogui practica técnicas de meditación para extraer la paz, el amor, la sabiduría y el gozo tangibles que surgen del contacto divino en su propia conciencia: el único laboratorio donde la eterna naturaleza del alma y del Espíritu se experimenta con total claridad y precisión y con perfecta reverencia.

En la meditación yóguica, el meditador retira la fuerza vital (prana) de los nervios sensoriales y motores —mediante un proceso conocido como pranayama (control de la fuerza vital)— y la dirige a los centros superiores de conciencia situados en la columna vertebral y el cerebro. El prana que se retira hacia dentro hace automáticamente que la conciencia también se retire del mundo externo y se dirija al infinito reino interior. Lejos de ser un vago proceso mental de pensamiento o de reflexión filosófica, la meditación pranayama es un método comprobado a lo largo del tiempo para desbloquear el infinito potencial del alma.

«Los científicos no realizan sus descubrimientos sólo por el poder de la plegaria, sino mediante la aplicación de las leyes de la naturaleza. Igualmente, Dios se presenta a quien sigue su ley y a quien aplica la ciencia de la meditación. La gente ha vagado por las selvas de la teología y se ha extraviado. En vano he ido de templo en templo buscando a Dios; pero cuando encontré los templos del alma en los grandes amantes de Dios, vi que Él estaba allí. A Él no se le puede sobornar con hermosos edificios. Él llega al altar del corazón que ha sido anegado por las lágrimas de quien está continuamente llamándole. Dios es real. Los maestros que se han dedicado durante años y años a la meditación le han encontrado».

Paramahansa Yogananda